UBICADO EN EL CORAZÓN DEL DISTRITO hotelero de lujo de Ginebra —en el mismo edificio post Haussmann del arquitecto François Durel de 1901 que alguna vez ocupara una entidad financiera— y con impresionantes vistas hacia el Club de Yates y el icónico Jet d ́Eau de Ginebra, The Woodward esconde tras su discreta fachada un interiorismo impresionante con exquisitos detalles y una gastronomía tan deliciosa como soprendente.
La visión meticulosa del arquitecto y diseñador de interiores Pierre-Yves Rochon insu- fló nueva vida a un espacio turístico que lo tiene todo: experiencias culinarias de clase mundial en L’Atelier Robuchon y Le Jardinier, un destino de bienestar inigualable en el spa Guerlain.
The Woodward pertenece a una nueva clase de hoteles que se sienten más como un departamento que como un hotel convencional, y esto lo convierte en un punto de encuentro. “Estamos encantados de abrir las puertas de The Woodward en una ciudad tan vibrante y significativa como Ginebra.
Esta nueva joya de la colección, nuestro primer hotel en Suiza, logra el equilibrio perfecto entre brindar la cálida y auténtica hospitalidad por la que nuestros masterpiece hotels son amados, al tiempo que celebra una nueva era para esta clase de hoteles urbanos íntimos: el ‘gran hotel boutique’.
Los valores de nuestra empresa de espíritu familiar, elegancia y amabilidad genuina, darán vida a este edificio icónico una vez más y garantizarán que los huéspedes se sientan rápidamente como en casa en el lago de Ginebra”, comenta Timo Gruenert, CEO de Oetker Collection.
Y esa es, exactamente, la sensación que nos ha producido el entrar a The Woodward. Un elevador decorado en intensos tonos rojos —que podría ser la perfecta locación para una escena de Wes Anderson— nos lleva a un magnífico salón que luce más como la entrada a un pied-à-terre de elegante inspiración art déco que el lobby de un hotel.
Sobre la mesa yace una monografía de Pierre Legrain —diseñador francés de inicios del siglo XX— cuyos criterios estéticos parecen haber sido una gran fuente de inspiración para el diseño del hotel: geometría y racionalidad, materiales inesperados con tonalidades inusuales —pero neutras y ligeras— cuyas delicadas y refinadas armonías complementan la pureza de sus ritmos.
Cada una de las 24 suites es en realidad un espacioso departamento con domótica de última generación y un lujo revisionado bajo una lupa contemporánea: pisos de marquetería y muros de ébano Macassar protagonizan el acceso y los vestidores. En los salones, muebles ebonizados, mesas en pergamino, chimeneas de mármol, boiseries en los muros, cortinajes con pasamanería de Houlès y muebles con paneles lacados cuya inspiración oriental se extiende hasta la cabecera de la cama, elaborada en seda con aplicaciones bordadas a mano.
Un hermoso trabajo de marquetería en forma de rayos de sol en los muros nos recuerda los trabajos de Jacques Adnet o Ruhlmann. Las salas de baño, con tocador en pergamino, apliqués de Baccarat, cosmética Guerlain, flores frescas y fotografía contemporánea, tampoco quedan ajenas al exquisito estilo del sitio. Por cierto, desde cada espacio se aprecian impresionantes vistas sobre el Club de Yates y, a la distancia, el hermoso skyline de baja altura que caracteriza al centro de Ginebra.
Por si todo esto no fuese suficiente estímulo para quienes gozamos de la belleza y el buen vivir, The Woodward agrega tres capítulos imposibles de no mencionar. L’Atelier Robuchon, a cargo del chef Olivier Jean, fusiona en su diseño mobiliario de inspiración déco con tonalidades rojas y negras basadas en las clásicas lacas chinas, mientras su cocina (a la vista) rinde homenaje a la calidad de cada ingrediente y a las técnicas innovadoras, ofreciéndonos un viaje gustativo sensacional.
Por su parte, Le Jardinier luce como un ele- gante winter garden situado en el corazón del hotel, con dos grandes terrazas adosadas a la fachada posterior con vistas al puerto. Con una cocina accesible y refinada, según el concepto del chef Alain Verzeroli (galardonado con una estrella Michelin), su carta se con- forma por platos compuestos principalmente de productos locales.
Para el final he reservado el spa Guerlain. Ubicado en el subsuelo del edificio, sus muros en maderas claras, mobiliario moderno en tonalidades neutras y materiales excepcionales evocan el interior de un yate de lujo (quizás inspirado por la bahía contigua), aunque también me recuerdan el estilo déco más moderno de Andrée Putman.
Sin embargo (y a pesar de todo lo descrito previamente), confieso que cualquier apreciación estilística adquiere un papel secundario al lado de lo vivido en el spa Guerlain. Narices expertas de la tradicional casa perfumera ofrecen sensaciones olfativas que exceden a la aromaterapia tradicional: una verdadera introspección en nuestros recuerdos más íntimos, gatillados por una delicada brisa, un dejo de un aroma familiar o un sutil aire que nos lleva a la velocidad de la luz hasta nuestras memorias más felices.
Conocer Ginebra a través de The Woodward ha sido una experiencia para todos los sentidos, insospechadamente placentera, y totalmente inolvidable. /
“UN LUGAR MÁGICO con una vista despejada al lago, un servicio atento y una cocina extremadamente refinada. LE JARDINIER te tendrá bajo su hechizo incluso antes del primer bocado. El chef francés ALAIN VERZEROLI ha creado una deliciosa oferta culinaria con la que BUSCA ESTABLECER VÍNCULOS CON LA NATURALEZA, las estaciones y los ingredientes, CON LAS PLANTAS COMO PROTAGONISTAS”. – Opinión del inspector de la Guía Michelin.
Arquitectura original François Durel.
Diseño interior Pierre-Yves Rochon
Por Cristián Gálvez Capstick.
Fotos cortesía Oetker Collection