CONOCÍ AL MAESTRO AGUSTÍN HERNÁNDEZ a principios de 1990 de la manera más casual. En ese entonces, la calle de Ahuehuetes Sur era mi ruta habitual, por lo que ver a menudo ese ensamble de vidrio y metal que emerge en Bosques de Guanábanos (Casa en el Aire) se había convertido en una parte favorita de mis trayectos cotidianos. Me preguntaba quién sería el creador de tan asombroso proyecto, pues en esa época colaboraba con varios arquitectos documentando fotográficamente su obra, pero ninguna tenía la fuerza esté- tica de aquella mole de concreto armado. Me dije que un día iba a fotografiarlo por el simple placer de hacerlo y así fue; simplemente me estacioné una mañana frente a la entrada y toqué la puerta preguntando de quién era la casa, lo que, por supuesto, no me informaron, pero sí me dijeron quién la había diseñado y que su despacho quedaba a unas calles de ahí, en Bosques de Acacias, para cualquier información.
En automático me dirigí para allá de acuerdo con la dirección que me proporcionaron, y me encontré con otra construcción totalmente atípica, pero con el mismo sello de la anterior. Era el taller de arquitectura de Agustín Hernández. ¿Cómo será este arquitecto? Me lo imaginaba de varias formas mientras oprimía el interfón que estaba a un lado de una puerta de aluminio en forma de esclusa circular. Me recibió una persona con un tono amable. De inmediato le dije que me gustaría ver la manera de que me autorizaran tomar algunas fotos de la casa que está en Bosques de Guanábanos. Me sugirió el buen hombre que le preguntara directamente al arquitecto, que estaba en el taller y podría recibirme. Después de subir una escalera circular metálica de escalones triangulares, estaba en el corazón del despacho, en donde vi impresionan- tes maquetas de sus proyectos más importantes (piezas escultóricas). Al fondo me encontré con Agustín, quien me recibió de forma cálida y cordial, siendo así hasta la última vez que tuve contacto con él.
Con Agustín colaboré en varios proyectos, tanto editoriales como documentales, pero de manera especial en las exposiciones fotográficas sobre mis abstracciones de sus trabajos, las cuales fueron posibles gracias a la fuerza y el vigor que hay en ellos. La transformación de las formas es el común denominador que las entrelaza. Muchas experiencias y anécdotas en conjunto, res- peto hacia su obra y hacia él como persona y profesional. Una lección de vida haber conocido y fotografiado las obras arquitectónicas del maestro. ¡Gracias Agustín!
Agustín Hernández nació el 29 de febrero de 1924 en Ciudad de México. Estudió en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en donde obtuvo mención honorífica con el Centro Cultural de Arte Moderno. La tesis con la que obtuvo su título profesional en 1954 marcó su trabajo como arquitecto. Desde 1957, su labor estuvo influida por México. Inspirado en las zonas arqueológicas de Monte Albán y de Teotihuacán, creó edificios como el del Heroico Colegio Militar. Su obra residencial, como la casa Silva, Hernández, Álvarez y Neckelman, se encuentran en Ciudad de México, y en ellas experimentó con diversos módulos tanto en diseño de plantas como en alzados. Dentro de la arquitectura escultórica, Agustín Hernández es señalado como uno de los arquitectos más audaces e innovadores, enfocado en un acercamiento a los valores plásticos de la cultura mexicana, en especial aquellos que provienen del pasado precolombino.
Fue profesor de cátedra extraordinaria en la UNAM desde 1957, y fungió su labor como jefe de Taller Vertical Agustín Hernández, en la Universidad Anáhuac del Norte, desde 1994. Cuenta con numerosas publicaciones nacionales e internacionales, entre libros y revistas. Su obra arquitectónica y escultórica ha sido expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, Nuevo León; el Museo Tamayo Arte Contemporáneo; el Palacio de Bellas Artes, en Ciudad de México, y en el Instituto Politécnico Nacional. Fue miembro de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos y del Colegio de Arquitectos de México, así como miembro académico de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos. Fue vicepresidente de la Academia Mexicana de Arquitectura en 1979-1980; Académico Emérito número I de la Academia de Arquitectura de la Sociedad de Arquitectos Mexicanos desde 1983; Miembro de Número de la Academia de Artes de México en 1991; miembro asociado del American Institute of Architects en Estados Unidos, en 1993, y Creador Emérito del Sis- tema Nacional de Creadores desde 1994.
“Mis diseños pueden venir de cualquier parte. Para Casa Álvarez, por ejemplo, había visto una imagen de un feto, una radiografía que realmente me había cautivado, y supe que tenía que usarla para un proyecto. Quería producir algo que respondiera a esa forma poderosa en la que no podía dejar de pensar. Un edificio compuesto de nada más que curvas. Otras veces, las referencias son más evidentemente arquitectónicas. Mi hermana (la bailarina y coreógrafa Amalia Hernández) quería una casa tipo convento (Casa Amalia Hernández, Ciudad de México, 1968- 1970), con habitaciones solitarias y compartimentadas, así que recorrimos un montón de conventos. Así llegué a detalles como las aberturas oculares, que eran mi interpretación de las ventanas del siglo XVI”.
Su arquitectura se percibe como una inspiración del pasado en construcciones modernas en las que el simbolismo desempeña un papel primordial. Sus obras más importantes incluyen el antes mencionado Heroico Colegio Militar; el Centro de Meditación en la ciudad de Cuernavaca; el Pabellón de México en la Feria de Osaka, Japón; la Escuela del Ballet Folklórico de la Ciudad de México; el Corporativo Calakmul; el Edificio de Comunicaciones y Transportes; el Hospital de Gineco-Obstetricia No. 8 y la Clínica Hospital T-1 para el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Fue galardonado con el premio anual “Jardín de la paz” de la UNAM; premio Arquitectura mexicana para casa habitación; premio de la Asociación de Industriales del Estado de México; Premio del Heroico Colegio Mili- tar y el primer premio en la II Bienal de México. En 1997 recibió el premio PCI, Estados Unidos, al mejor diseño de precolados (Conjunto Calakmul). En 1998, el premio espe- cial Dupont, en Estados Unidos; el premio Lieberman, en México; el premio del Urban Land Institute, en Estados Unidos, y el Premio Nacional de Arquitectura, entre otros.
“LAS DUALIDADES SON PARTE DE LA VIDA, y espero que eso se refleje en mi trabajo. He usado muchas formas, pero cuando se trata de eso, LA GEOMETRÍA ES MI RELIGIÓN. He usado todas las formas geométricas existentes: círculos, triángulos, cuadrados…”.
– Agustín Hernández
Texto + Fotos Héctor Velasco Facio