Orgullosamente de pie en las colinas de la región italiana de Marche, la Casa di Confine de Simone Subissati Architects es una residencia privada que recupera la esencia de las casas rurales locales, mientras evoca los experimentos de algunos de los protagonistas de la vanguardia radical italiana. Un edificio que trabaja con el medio ambiente y toma señales del paisaje.
Exuberantes campos de hierba rodean la Casa di Confine, una residencia privada construida por Simone Subissati Architects en Polverigi, en las colinas cercanas a Ancona, en Italia. Situada en una cresta entre la ciudad y el campo, esta vivienda se encuentra atravesada por el paisaje y se adapta de manera orgánica al territorio, explora las fronteras y busca nuevas formas de permeabilidad en el espacio y en el tiempo.
“La idea era desbordar, romper los límites sin seguir convenciones, por lo que lo privado se separa del espacio de trabajo agrícola”.
Simone Subissati
Simone Subissati diseñó la casa con formas limpias y originales, uniendo la esencia de las construcciones rurales tradicionales de la zona y la experimentación de diversas experiencias arquitectónicas para crear un proyecto destinado a marcar la diferencia. Es una reflexión sobre el espacio habitado visto como un umbral.
Evocando el estilo de las granjas vecinas, el acceso se compone de un gran espacio abierto y transparente, con suelos de yeso autolimpiante y un techo recubierto en membrana microperforada. La herencia regionalista de la Casa di Confine no implica una actitud provincial, sino que está relacionada con la capacidad de mantenerse en contacto con la naturaleza. Esta arquitectura es una oda a la vida y se desarrolla en el paisaje enmarcado por las ventanas de la casa.
El concepto se basa en la relación de la casa con el aire libre, y está pensado como un territorio extendido: no hay vallas que lo protejan. Dadas las características de Polverigi —un pueblo de campos de cultivo situado en las afueras de la gran ciudad—, la hierba llega al borde de la vivienda, rodeada solo por una línea de pavimento. De este modo, una franja de hierbas perennes decorativas la envuelve como si perteneciera naturalmente a los campos, en los que crecen trigo, cebada, frijoles y girasol.
“Siempre me fascinaron las casas rurales de mi abuelos y parientes en el campo de Marche, caracterizadas por su simpleza, una esencia que es muy diferente de la poética moderna del minimalismo de hoy. Eran casas que se podían cruzar de habitación a habitación, el espacio de trabajo en la planta baja, conectado y abierto en ambos lados”.
Simone Subissati
La planta baja, dedicada a la sala de estar y a los espacios comunes, se caracteriza por la presencia de un revestimiento de color rojo intenso presente en el cuerpo principal, hecho de paneles de hierro galvanizado y pintados con una imprimación de antioxidante. El piso superior, además de albergar el área de descanso, también incluye un gran espacio abierto contenido por un marco de luz cubierto con una membrana microperforada y pretensada que se distingue por el color blanco y se ilumina completamente por la noche.
Esta arquitectura, con una fuerte alma conceptual, ha sido capturada por la directora Federica Biondi en el recién terminado cortometraje, Rustico. Estecuenta la historia y la poética de Casa di Confine y explora su lujo único, que no se basa en la opulencia y la ostentación, sino en el espacio, la libertad y la flexibilidad de uso.
El acceso se compone de un gran espacio en el volumen central que se ha dejado abierto en la planta baja y puede ser cruzado de lado a lado. Además de esta entrada de luz, las ventanas, al abrirse, son ortogonales a la fachada. Esto permite a la sala de estar, la cocina y el spa establecer una relación directa con el espacio exterior. Gracias a estos dispositivos, el volumen del edificio parece estar flotando sobre el suelo, percepción que se ve reforzada por la presencia de la piscina, colocada de manera perpendicular a la casa y rodeada de hierba.
La Casa di Confine posee una sensación de apertura y ligereza, al tiempo que ofrece una sensación de flexibilidad que involucra a toda la casa, desde sus espacios hasta los muebles. Las zonas comunes son habitadas por selectas piezas: el sofá Tiras, de Cini Boeri para Arflex; una alfombra bereber original de los años 50; la lámpara Lettura negra, de Renzo Serafini, y la luminaria de pie To the Pole, en la esquina, pieza única de David Andren, proveniente del showroom de Rossana Orlandi, de Milán.
Se accede al piso superior mediante una escalera de madera con una estructura elemental pintada de blanco. Desde ella se pasa al área más privada de la vivienda, en donde se encuentran las habitaciones. En lugar de ventanas simples, Subissati diseñó dispositivos visuales, que él llama “diafragmas”. Al igual que en la planta baja, las ventanas aquí también permiten contemplar ambos lados del paisaje. Aunque de tamaño pequeño, estos vanos han sido diseñados para crear sorprendentes efectos ópticos: un juego de espejos, dispuestos para cubrir completamente las aberturas laterales de las ventanas, multiplica las vistas del paisaje circundante a modo de caleidoscopio.
La estructura del edificio está hecha de acero, excepto por el volumen en el piso superior, hecho de madera laminada y cubierto con láminas de metal microperforado, que acomoda el espacio abierto compuesto por una sala de estar y las habitaciones. La parte restante del nivel superior está terminada con un yeso autolimpiante, y los pisos son de tablones de fresno pintados y tratados térmicamente.
Protegido por una red de gallinero lacada color blanco, un balcón conduce a un espacio en donde se alojan el invernadero y una segunda sala de estar. Esta sección está hecha de madera y cubierta por una membrana microperforada que durante el día filtra la luz natural y, por la noche, transforma la casa en una especie de faro luminoso.
Guiado por una fuerte inspiración conceptual, Simone Subissati evita cualquier manierismo contemporáneo en su elección de materiales y mobiliario. Todos los muebles fueron diseñados a la medida por el propio arquitecto, ya que su objetivo era crear un espacio que se sintiera “eterno y abierto hacia el futuro”.
En la segunda planta destacan dos piezas vintage: la mecedora roja de los años 40, y la mesita lateral de B&B Italia de los años 80.
Esta actitud lúdica llevó a Simone Subissati a pensar en el proyecto como un proceso de ensamblaje. En este sentido, la Casa di Confine tiende a convertirse en un elemento metafísico, una especie de arquetipo de la casa rural elaborada a través de una referencia constante a la memoria y el juego. El proyecto de Simone Subissati, sin ninguna tentación vernácula, está comprometido con la contemporaneidad. /
Arquitectura + Diseño Interior Simone Subissati Architects
Por Alfredo Marchant
Fotos Alessandro Magi Galluzzi