El espacio que vive día a día un arquitecto debe reflejar en lo absoluto su ser, por ello la mayor riqueza de esta residencia se centra en lo que proyecta, en el amor al arte, en impactos visuales a cada paso, en pasión por las antigüedades, por el poder los objetos y la combinación de texturas, materiales y colores.
Una búsqueda por obtener espacios funcionales y no desperdiciados fue la guía para una casa de arquitectura sencilla pero muy completa en cuanto a interiorismo. Fue un trabajo dedicado y sin prisas para crear un espacio íntimo, rodeado de vegetación, un poco enterrado y por lo mismo aislado con el remate visual del corte de una montaña al fondo.
Por el metraje y forma del terreno, había que empujar la construcción hacia el frente, no podría tener grandes volados ni grandes cruces volumétricos, así es que la casa es literalmente un bloque de tres capas, cada una representado de diferente manera con una coraza de metal, muros texturizados y oscuros, y piedra Galarza. En la parte trasera se ubican balcones a modo de volúmenes conformados por los mismos materiales.
Así, en un ambiente neutral, el interiorismo es complejo y muy rico, hay mármol y espejos en toda la casa ampliando y llenando de luz. Existe una comunicación visual entre todos los espacios y el área social se integra por completo al exterior a través de un ventanal sin límites. Los colores son intensos, desde el azul profundo del terciopelo que tapiza los sillones en la sala, tapetes bitono con ciertos toques geométricos, las tapas de los libros de arquitectura y fotografía sobre las mesas, y las tonalidades que emergen del cuadro favorito de Casas pintado por Francisco Garrido para el cual estuvo reservado un sitio especial desde que se inició la proyección de este hogar.
Es un espacio con mucha personalidad, es emocional, vivo, sensorial, que evoluciona y se llena de magia con cada visita frecuente, pero también con cada escultura, recuerdo de un viaje o pieza artesanal que llega de tan variados autores como tamaños y formas. Hay obras firmadas por jóvenes talentos y consagrados de la cerámica y la escultura, por Francisco Almaira, Roberta Lobeira, Mauricio Cortes y artistas internacionales.
El mobiliario también es icónico, con piezas de autor y un pequeño capricho siempre anhelado: una silla Platner en velour guinda o rojo quemado para la estancia, el espacio más usado y disfrutado por su propietario.
“Cuando estás aprendiendo de todos los arquitectos y corrientes a nivel mundial descubres que lo más difícil es hacerte tu propia casa. Por ello, quizás nunca la voy a terminar, porque siempre encontraré la manera de mejorarla”, Arq. Sergio de las Casas.
“Fue un reto hacer mi propia casa para toda la vida, pero soy un arquitecto muy funcional y tenía muy claro lo que quería y los alcances que tenía. Aunque al ir evolucionando y tomando forma terminó siendo completamente diferente a lo visualizado. Hoy la disfruto mucho, la meta se logró”, Arq. Sergio de las Casas.
Por Norma Rodríguez
Fotos Aldo C. Gracia
Retrato Jell Loya