El título de esta entrega se compone del nombre de un lugar y tres películas. Resulta innegable entender que una película pueda proyectar al mundo alguna de sus locaciones. Al menos, es mi caso. La película 007 No Time To Die despertó mi interés por conocer una de sus locaciones: MATERA. Al investigar, supe que la primera película que la proyectó fue “El Evangelio Según San Mateo” en 1964, ahí se han filmado veintisiete películas más, Entre ellas: “La Pasión de Cristo” y Wonder Woman 1984, de las que he tomado prestado parte de su nombre para despertar su curiosidad, amigos lectores.
Es una ciudad ubicada en la región de Basilicata al sur de Italia que resulta mucho más fácil disfrutar que describir, pues me resulta un dilema describir como se ve o como es que llegó a verse lo que se ve. Optaré por la segunda: sencilla de imaginar al reconstruir este relato a ojos cerrados. Imaginemos una ladera de pendiente media-alta esculpida con forma caprichosa por miles de años al paso del río Gravina que en la parte más baja ha provocado un pequeño cañón. En el Paleolítico llegaron los primeros pobladores que, al darse cuenta de la composición de la montaña (toba), no les resultó difícil excavar, a mano y piedra, cuevas para resguardar a las personas y los animales; posteriormente, otros bienes. Podemos ir imaginando con el paso de los años y cada vez más pobladores, como aquella pequeña montaña comenzaba a llenarse de “agujeros” a diferentes alturas y sin ningún orden. En siglos más recientes y mejores herramientas fue posible cortar la piedra en bloques gracias a su relativa suavidad. Estos bloques, producidos con las excavaciones y pequeñas canteras a las afueras, permitieron “ampliar” hacia el exterior las cuevas, al grado de que existen construcciones y cuevas unas debajo de otras, o andadores y escaleras de trazo impredecible encima de las construcciones.
Como si no bastara lo narrado para comprender la unicidad del lugar, lo construido no podía ser pintado, lo que debido a la porosidad de la piedra ocasiona que con el tiempo y la muy escasa humedad ambiente, las superficies adquieran una pátina natural que conforme va cayendo la tarde torna de grisácea a dorada por la calidez de los rayos del sol que se acuestan por el horizonte y en pocos minutos van permitiendo lucir el acento que los cientos de faroles que iluminan los callejones cual luciérnagas estáticas que atestiguan la noche.
Viéndola de frente, la montaña repleta de estas cuevas-construcciones tiene el arreglo de dos anfiteatros contiguos, el lado norte llamado Sasso Barisano y el lado sur Sasso Caveoso. Sasso significa Piedra, y en conjunto se les denomina Sassi (Piedra en plural).
Estas cuevas de habitación única eran habitadas por una familia y sus animales; típicamente corderos y caballos. Contaban con una cama para los padres, una mesa para comer aledaña a una pequeña estufa, un corralito para los animales, algunos muebles para guardar; y para los niños se las ingeniaban para que acorde a su edad tuvieran donde dormir, pudiendo ser para los más pequeños, el cajón inferior de la cómoda. No se sabe de ninguna época en la que fuera abandonada y siempre habitada en estas condiciones asombrosamente únicas e insalubres hasta los años cincuenta del siglo XX. Fue cuando el gobierno italiano, más por la fuerza que por el convencimiento, desalojó a los pobladores a viviendas contemporáneas con servicios de agua, drenaje y electricidad. Muchos queriendo regresar, pero se les impidió. Al convertirse prácticamente en pueblo fantasma, comenzó la reconstrucción y paulatinamente se ha convertido en un destino turístico y cultural. En el año 2019 fue distinguida como la Ciudad Europea de la Cultura y por supuesto es Patrimonio Cultural de la Humanidad declarada por la UNESCO desde 1993. Los Sassi fueron convirtiéndose en pequeños restaurantes y comercios. Al no existir edificios de varias habitaciones, los hoteles son una colección parcialmente dispersa de varios Sassi para los que es imprescindible, haciendo uso de buena memoria, sortear los ascendentes laberintos para llegar a la habitación. La probabilidad de dormir en una de estas cuevas restauradas es alta, aunque codiciada y más hoy, que cuentan con excelentes servicios hoteleros, comenzando por agua, drenaje y climatización.
Llegar a Matera desde Nápoles toma tres horas por carretera, pero más que vale la pena visitarla por lo menos tres días para pasar Maravillosos días de Pasión en los que No Habrá Tiempo Para Morir.
¡Buon viaggio!
Texto y fotos por Aurelio Cadena