No es un lugar, es el apellido del rey del vino. Alvaro: inquieto, por decir lo menos, disruptivo, se independizó del negocio de su padre en La Rioja, para convertirse en líder de una región de viñas ancestrales, aunque poco reconocida en el mundo del vino contemporáneo. Su energía, visión y conocimientos, sumados a ser un “encantador de serpientes” le dan y le sobran para hacer la magia de posicionar esta región en uno de los referentes del vino en España.
Sus viñedos situados en Gratallops, a unos 140 kilómetros de Barcelona, más parecen laberintos tridimensionales que viñedos convencionales. Laderas con pendientes de hasta cuarenta y cinco grados, convertidas en terrazas labradas a mano y con la ayuda de una docena de yeguas, cada una con su nombre. Estas terrazas se miran desde el cielo como caprichosas líneas topográficas y por su ubicación se dice que son iluminadas por los reflejos del Mediterráneo, que también les aporta la brisa marina. Terreno escarpado erosionado por siglos, una base llamada llicorella y de superficie de composición pizarra y clima continental de veranos largos, calurosos y secos fue el reto que Alvaro Palacios decidió emprender en 1990 cuando adquirió lo que hoy es la finca Dofí.
El arribo a la bodega, en la cima de una colina a la que se llega por sinuosa y angosta carretera, es presagio del insospechado descubrimiento. La construcción de un solo nivel en apariencia, de arquitectura contemporánea, guarda en su interior el espacio que pareciera el gran salón de una residencia moderna de vista privilegiada, que a la vez disfraza una oficina, corona la bodega subterránea que hay debajo y alberga la sala de degustaciones que más parece una sala de juntas de una moderna corporación. Todo ello meticulosamente dispuesto para ser el escenario del “rock star del Priorat”.
Afable, cual amigo de toda la vida, Álvaro se encarga personalmente de ser el anfitrión. A bordo de su camioneta todo terreno nos lleva a recorrer los viñedos por angostos caminos entre las viñas y en ocasiones al borde de escabrosos precipicios. Él disfruta el recorrido cual si fuera el conductor de una montaña rusa que bien podría hacerlo a ojos cerrados. Se detiene en puntos estratégicos, en cada uno de ellos nos cuenta su historia, como encontró los viñedos recién llegado y como con trabajo los levantó. En las paradas explica la orientación de cada parcela, el suelo, nos presenta a las yeguas, en fin, un espléndido guía. Ha transcurrido poco más de una hora y aún quedan grandes cosas. La joya de la corona: La parcela de L’Hermita, origen del vino insignia de la bodega.
De regreso, el segundo acto de la orquestada puesta en escena: La bodega y de manera muy especial, la sala de barricas subterránea. Compulsivamente ordenada, impoluta bajo una bóveda de hormigón aparente y la sensación de ser la guarida secreta de un superhéroe.
Como si no hubiera sido suficiente, el tercer acto sucede en la sala de degustación. Iluminada por un ventanal, enorme mesa blanca y sillones modernos del mismo color. La mesa dispuesta para una degustación inimaginable, dirigida cual concierto por Álvaro, más anfitrión que estrella y eso ya es mucho decir. Experiencia imborrable y de enorme agradecimiento. Cristalinos decantadores de figuras alquimistas son receptores de los vinos a probar: Gratallops 2017, Finca Dofí 2017, Les Aubaguetes 2016 y 2017, L’Ermita 2016 y 2017. L’Ermita, reconocido como uno de los mejores vinos producidos en España y avalado por Robert Parker, The Wine Advocate con más de 95 puntos en todos las añadas producidas desde el año 1995. Pocos vinos del mundo pueden ostentar este nivel de reconocimiento constante.
Han transcurrido las horas, momento de despedirnos con la sensación de un concierto privado del rock star, rey del Priorat: Álvaro Palacios.
Texto por Aurelio Cadena