Con líneas simples, pero que celebran la topografía en su máximo esplendor, el Hotel Tepoztlán es ligereza y realidad armoniosa que se desenvuelve de la mano del entorno con respeto y responsabilidad.
Contemporáneo y excepcional, en colores tierra con detalles delicados y cálidos compuestos de forma elegante, el Hotel Tepoztlán ubicado en la mística tierra del aclamado pueblo mágico de Morelos, se encuentra sumergido entre vegetación silvestre y vistas inimaginables. Recién terminado, el proyecto dispone de un diseño fresco, con materiales naturales que celebran la arquitectura contemporánea, la geometría, la luz y la naturaleza como un todo. Realizado por Taller Carlos Marín y Pasquinel Studio, en lo que alguna vez fue una parcela abandonada, el hotel con once habitaciones repartidas en cuatro volúmenes, con el fin de alcanzar el orden ideal para lograr equilibrio en el programa arquitectónico junto con el paisaje.
La bienvenida al hotel la da una imponente grapa de concreto la cual se entrelaza con una sensación acogedora y armoniosa por los icónicos Tabebuia, los cuales forman el marco de la entrada. El camino continúa por un pasillo que realza las características geográficas del paisaje volcánico y al mismo tiempo permite la apreciación del diseño que juega con la riqueza natural en todo sentido. El proyecto juega con los llenos, traducidos en majestuosas bardas y pisos hechos por artesanos nativos, mientras que los vacíos, se convirtieron en espacios funcionales que atesoran los paisajes bucólicos, los cráteres convertidos en espejos de agua naturales. Descrito por el equipo con certeza y eficacia, en Hotel Tepoztlán, los muros surgen de las piedras y de las piedras surgen los espacios.
Visto desde el frente, el bloque de concreto en un especial tono terracota es el aposento de las habitaciones desde el primer piso mientras que en la planta baja se encuentran el restaurante y un salón de yoga. Fragmentado por los barandales, las ventanas y las cortinas de madera reciclada que complementan el entorno y crean un ritmo visual, a la estética le brindan un sentido contemporáneo y a la paleta de color le da una sensación de calidez sin perder la sofisticación del diseño. Pero es el juego de luz y sombra que se aparece en todos sus rincones y pasillos que le da al hotel un sentimiento de asombro y curiosidad.
Con la creación de espacios de encuentro para la arquitectura acompañada de la naturaleza se rescató el 99% de las especies encontradas en el terreno. Al fondo del complejo, en el edificio de amenidades se encuentra la cocina y el bar, un cuarto de masajes, gimnasio, un temazcal y regaderas. En contraste al edificio, un gran muro de piedra volcánica envuelto en vegetación se encuentra la alberca y un estanque de lirios, en donde se refleja con ligereza el mágico paisaje.
Arquitectura de Carlos Marín + Crimson Pasquinel
Por Yarin Miranda
Fotos Onnis Luque