Emplazado en el cordón montañoso de Manquehue en SANTIAGO DE CHILE, este departamento en distintos niveles alberga a un hombre y su selecta colección. PAULA GUTIÉRREZ y su equipo han impregnado cada espacio de una ELEGANCIA ESENCIAL Y ATEMPORAL, el principal sello de este estudio.
Desde siempre he seguido el trabajo de Paula Gutiérrez. La primera vez que lo vi fue cuando, en 1992 —recién egresada de la carrera de Arquitectura—, mostraba el proyecto de interiorismo para el primer Hotel Hyatt en las páginas de Vivienda y Decoración, el único medio para ver arquitectura y diseño en Chile en aquel entonces. Me cautivó su capacidad de combinar cualidades aparentemente antagónicas —lo antiguo con lo moderno; la sencillez y el lujo; la plenitud y el vacío— de manera perfecta, además de lograr el sello elegante, atemporal y nada pretencioso con el que identifico sus espacios.
Esta es la obra más reciente de su Estudio y man- tiene inalterable el estilo que le atribuyo. El cliente —un hombre con hijos adultos y ávido coleccionista de arte antiguo oriental— deseaba insuflar de nueva vida las áreas sociales de este departamento de cinco plantas con impresionantes vistas sobre el valle de Santiago de Chile. “La característica más importante, aparte de los niveles y algunas alturas espectaculares, es la vista a la cordillera, con los coloridos fantásticos que aparecen en los distintos momentos del año, es decir, la conexión con la naturaleza circundante: cerros donde el propietario corre y hace trekking aun estan- do en plena ciudad”, comenta Paula. Esta inspiración natural, junto con la colección de objetos egipcios, mesopotámicos, algunas piezas romanas y de culturas latinoamericanas, fueron el punto de inspiración para el diseño interior. “Es un estudioso y apasionado de ellas, nos dio el tono del nivel de los objetos y mue- bles que íbamos a insertar para acompañarla”, agrega.
El primer paso fue dotar de terminaciones que, por un lado, otorgaran personalidad a los espacios y, por otro, potenciaran las alturas, los planos y claroscuros de la arquitectura establecida. Fue así como se reem- plazó la piedra original de los muros del comedor por papeles de fibras naturales, o en el vestíbulo se revistió la caja de elevadores en madera y se pusieron plantas de gran formato que aprovecharan la luz de la lucarna. Las terrazas tampoco estuvieron ajenas a esta transforma- ción: “Hicimos una intervención de arquitectura más profunda, revistiendo las paredes en travertino, creando una fuente de agua y arcos rústicos como de una ruina olvidada en reminiscencia a sus colecciones”, señala. La iluminación artificial general se manejó mediante luminarias sobrepuestas y puntos focales de atención.
En cuanto a la decoración, la selección de piezas ha sido tan exquisita como variada: muebles diseñados especialmente para este departamento —como el libre- ro de la sala o la mesa del comedor— se complementan con lo mejor del diseño internacional, antigüedades y recuerdos familiares. “Queríamos definir un espacio marcador, con pocos muebles entre los cuales hubiera espacio para moverse y circular adecuadamente. En nuestro Estudio somos conscientes de la kinesia de las personas: cómo se mueven, cómo gesticulan, las circulaciones. Lo tomamos muy en consideración al definir como amueblar un ambiente, por lo cual cada pieza se seleccionó cuidadosamente a modo de una coreografía; una coreografía física y, por supuesto, también estilística”, comenta Paula.
Mención especial merece la colección de arte, espe- cialmente iniciada bajo el espíritu de la reforma: “El arte se compró desde cero, creando una colección que acom- pañara el lenguaje de las piezas y de las antigüedades”, agrega. Mediante un trato directo con los artistas, se comisionaron la escultura de Fernando Casasempere, el tapiz de Francisca Sutil, o las obras de Yoshida Kazumi. Estas se complementan con otras obras adquiridas en galerías, y piezas de Miró, Araceli Gilbert y renombrados artistas adquiridas a coleccionistas privados.
No obstante, y quizás por mi alma de diseñador, uno de los puntos que más me atrae del proyecto es el sutil uso del color: terracotas y lacas en el interior, cuyos tonos se extienden hasta la alfombra del salón o el tapiz del comedor; tintes verdeazulados en el sofá y los naranjas de la alfombra que me recuerdan los atardeceres santiaguinos después de un día de lluvia. “Nos caracterizamos por el uso del color y la persona- lización. Para nosotros, la naturaleza, cada país, y cada persona tiene una luz y colores. Usamos paletas sofis- ticadas, suaves, dependiendo de la naturaleza circun- dante y de la personalidad y los gustos de los usuarios. Privilegiamos ambientes cálidos y luminosos, siempre considerando que el color bien usado es un plus en los espacios”, enfatiza la arquitecta.
Reviso una vez más los espacios y, solo por curio- sidad, pregunto a Paula: “¿Cambiarías algo de lo dise- ñado?”. Para mi sorpresa, responde: “Creo que habría creado la iluminación desde cero”. Y esta búsqueda constante de la perfección y la pasión por lo que se hace es lo que más admiro del mundo del diseño.
Arquitectura Interior Estudio Paula Gutiérrez
Fotos Cristóbal Valdés / Paisajismo Calvo & Elgueta
Por Cristián Gálvez Capstick