Alois Kronschlaeger, es un artista Australiano, conocido internacionalmente por sus esculturas e instalaciones “site-specific” que manifiestan una cavilación importante por el medio ambiente y la luz, así como su inclinación por el tiempo y el espacio a través de las formas geométricas. La serie “Spinning Cube” del artista sintetiza en su claridad el cruce y encuentro entre una estructura conceptual y una forma material.
Este elemento cuadricula junto a la paleta de colores integran “Contemplaciones Policromáticas”; descritas perfectamente en el titulo de su exposición en el Museo de Arte de Piggee en Iowa en Estados Unidos “Estocolmo Polychromatic Spinning Cube”.
Cada cubo de esta pieza esta conformado por 300 varillas facetadas, cada una de ellas con cuatro cara en seis tonos diferentes, dando un total de 1,200 superficies con un brote de color que aparece 200 veces. La gama y gradación del Cubo se emplazan sobre uno de sus vértices, por medio de un cambio simple en la colocación que obstaculiza el arraigo del mismo cuadrado y sus cuatro ángulos rectos, para después establecerse en un viraje moderado mediante el uso de un mecanismo giratorio. “Hago girar al Cubo porque es más fácil para el observador ver la multitud de colores en cada lado”, reflexiona Kronschlaeger. “Verlo en su eje diagonal mejora su aspecto visual”.
El hecho de crearle movimiento a un cuadrado es un aspecto realmente sustancial, pues la temática general del trabajo del artista Kronschlaeger, es un juego íntegramente óptico en compañía de una desfiguración originada por las proyecciones de lineas y formas conceptuales en una dimensión, de tal forma que los “Spinning Cubes” otorgan condiciones ilógicas al solicitar al mismo Cubo que realice el movimiento rotatorio. Cuando el proyecto de Kronschlaeger comienza a dar vueltas, desarrolla una conflagración entre los principios duales de la misma cuadrícula y el color se disputa por atraer el interés del público.
Diferentes perspectivas emergen del ruido visual y luego desaparecen. El Cubo tiene una densidad indeterminada a medida que se expande y contrae entre dos y tres dimensiones, y su rotación y amorfismo espacial recuerda a los cilindros y discos giratorios de Martha Boto, y cómo emergen de los espejos de fondo u otras superficies. Además de los patrones que emergen de la escultura, hay una neblina de color brillante que parece asentarse alrededor del cubo mientras continúa su rotación sin fin.
Si la rotación del cubo tiene algún potencial carácter cósmico, entonces es el efecto de color que produce indudablemente. Los colores que vemos son el resultado de combinaciones ópticas específicas que ocurren en el momento de la percepción. Los colores se mezclan a medida que la estructura gira, pareciendo proyectarlos en el espacio circundante, emulando así la colección ‘Fisicromias’ de Carlos Cruz-Diez. “La solución que encontré para el eterno binomio de forma-color fue dividir la forma, transformando el plano coloreado en una sucesión de paralelos de color colocados verticalmente, lo que llamé módulos de eventos cromáticos. Esta estructura me permitió demostrar que el color está en constante creación, que sucede todo el tiempo “. De esta manera lo afirma Alois.
Por ultimo, el cubo giratorio de Kronschlaeger se convierte en una visión borgiana de un universo caótico que se resuelve cuando los patrones se perciben y se repiten. El movimiento circular del cubo contiene orden y desorden. En este sentido, el cubo es un sistema cerrado, donde todas las oportunidades están libres para la percepción.
Por Fernanda Gordillo Estrada
Fotos de Alejandro X. García S. / León García Echeagaray