Antonio Farré nació en el seno de una familia de arquitectos e interioristas, y desde niño conoció el arduo trabajo de una obra, la sutileza del diseño y el encanto del arte, al verse rodeado de grandes arquitectos y célebres artistas. Fundó en 1990 el despacho con el cual ha consolidado su nombre y hoy su obra es equilibrada, siempre atemporal, funcional y distinta. La calidad, el detalle y la búsqueda de la perfección son su sello particular; y el amor por México y sus raíces un matiz que nunca falta en su trabajo.
¿Cómo defines tu estilo?
“Busco que con menos elementos pueda expresar más; y no me refiero solamente al concepto sino también a usar pocos materiales que aún siendo sencillos proyecten demasiado. Y siempre voy pegado a la ingeniería para tratar de sacarle el mayor provecho a las estructuras bien desarrolladas, de tal forma que mis casas puedan tener claros y no me vea obligado a poner columnas donde no quiero ni que se interrumpan las vistas en trayectos, en remates y alturas”.
¿Qué materiales representan tu estilo?
“Siempre materiales naturales como canteras, mármoles, granitos, vidrio y obviamente la madera porque es mi sello, no existe una casa mía que no tenga madera. En los materiales naturales encuentro el sentimiento de arroparse en la naturaleza. No me gustan los materiales artificiales, los aluminios, los prefabricados; quizás para algunos detalles de acentuación en oficinas me atrevo a utilizarlos, pero nunca en una casa”.
¿Qué buscas transmitir en tus proyectos?
“Que se distingan de los otras. Que tengan un estilo claro y atemporal. Busco que las obras embellezcan el entorno, que la misma vegetación las proteja, pues gracias a ella una casa con el tiempo se puede volver más interesante. Y, por supuesto que no envejezcan pronto, por ello también siempre habrá materiales naturales”.
¿Qué arquitectos te inspiran o provocan admiración?
“Hay varios, pero por ejemplo Teodoro González de León marcó la historia; obviamente también Luis Barragán y Miguel Ángel Aragonés que en su estilo realizaron una transformación de la arquitectura contemporánea inteligente. Un collage de ellos me podría definir, porque si los he volteado a ver sin duda, y tienen propuestas maduras muy interesantes”.
¿A qué diseñadores de interiores admiras por su propuesta?
“A Elena Talavera definitivamente porque hay sensatez en lo que piensa y en lo que transmite en cada proyecto. Me gusta que todas sus propuestas son diferentes de un proyecto a otro y eso enriquece mucho la obra del arquitecto. Me gusta porque yo no podría hacer un conjunto de casas iguales, porque estoy seguro de que quien vive en la casa uno es diferente al de la casa dos y necesita espacios y formas diferentes”.
¿Hay alguna obra arquitectónica o de diseño que te maraville?
“Son muchas. Me gustaba Calatrava hasta que conocí a Zaha Hadid y vi quién era la maestra. Hay arquitectura para presumir como la asiática pero es en donde más suicidios hay y por algo será. La propuesta de Tadao Ando y sus colegas es buenísima por sencilla y porque da serenidad. La arquitectura de escala en Berlín me fascina porque tiene un límite de seis niveles y buenas propuestas. Me vuelvo loco obras como la Sagrada Familia que es increíble si pensamos en qué años la proyectó Antonio Gaudí. Pero, tampoco hay que salir porque me hace muy feliz decir que en México entras a una casa de Aragonés y mis respetos o ves el Colegio de México de Teodoro González de León y quedas fascinado, al igual que si visitas el Tamayo y notas que es atemporal y excelente”.
¿Todos los proyectos deben ser atemporales y funcionales siempre?
“Yo creo que es una cualidad que se vuelve un compromiso. En mi despacho hacemos muchos restaurantes en los que podemos ser más expresivos y exagerados para estar al día, pero sabemos que hay que renovarlos cada cinco años. En residencial no puedes decirle eso a un cliente porque estás haciendo su casa para toda la vida. Yo creo en la psicología aplicada a la arquitectura, dedico mucho tiempo en entender quien vivirá en mis casas y por eso son diferentes unas de otras”.
¿Cómo crees que influyen los cambios sociales en la arquitectura?
“Yo siempre he dicho que una buena arquitectura teje buen tema social y obviamente la pirámide es más grande en el nicho de interés social que hemos descuidado muchísimo. Nos hemos enfocado en desarrollar metros cuadrados pero no de buena calidad con viviendas o edificios que deforman y rompen el tejido social. Hay líderes en urbanismo que sugieren no pasar de seis niveles y lo vemos en ciudades europeas en las que la escala no se pierde y el ser humano no se rompe”.
¿Cuál sería tu proyecto ideal?
“En utopía absoluta me fascinaría poder hacer una ciudad con un máximo de seis niveles, 80 por ciento de áreas verdes, en la que no se vean los coches y se pueda caminar sin mojarte. La Arquitectura Mexicana te da muchos elementos para lograrlo como el pórtico y la vegetación propia de cada lugar, y me gustaría integrarlos todos en una plataforma que te permita vivir más arropado. Yo me quedaría muy tranquilo si un día me buscara un gobernador para decirme ‘tengo 200 mil metros cuadrados y quiero hacer una población máximo de cinco mil habitantes, equípala y haz lo que quieras’. Ya vería yo el tema de generar una serie de condiciones de seguridad, de que la gente se conociera y se reuniera en los espacios verdes, eso ayudaría a que evolucionara todo en sociedad”.
¿Qué sigue en tu carrera?
“Afortunadamente el despacho va caminando, la gente nos favorece en muchas formas y en cada proyecto trato de hacer más con menos líneas. Estamos trabajando en un nuevo conjunto en El Pederegal, en una de las casas más grandes que hemos construido y en una de apenas 200 metros en San Ángel que es espectacular”.
Por Norma Rodríguez
Fotos Aldo C. Gracia