Para entender la Villa Planchart es imprescindible contar su historia. Durante lo que podría llamarse la era de oro de Venezuela, iniciativas como las de Armando y Anala Planchart lograron erigir inmuebles relevantes para el patrimonio latinoamericano. Comisionar al arquitecto Milanés Gio Ponti para construir una casa italiana en el trópico fue una de ellas.
Villa Planchart es una casa que conserva y transmite la esencia de la era en que fue concebida. Un lugar inmerso en una época regida por la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en Venezuela que, no obstante, evidenciaba una inercia de progreso. En la década de 1950, el petróleo marcó la edad de oro del país. El boom económico proyectó a Caracas hacia el futuro inaugu- rando un periodo de expansión urbana que eclipsó los rasgos típicos de la colonia española para dar paso a una ciudad moderna.
Armando y Anala Planchart, grandes aficionados a la cultura, estaban en búsqueda de un arquitecto y de una casa como expe- riencia. Armando había alcanzado éxito como importador exclusivo de la marca Cadillac en Venezuela, y se dedicaría en el futuro a sus mayores pasiones: las orquídeas, la cacería y el arte. Anala Braun de Planchart, quien compartía con su esposo la afición por el arte, estaba muy involucrada con la agitada vida cultural de la Caracas moderna y creciente. Esta combinación de intereses llegó a su síntesis al momento de decidir el lugar para la vivienda. Armando deseaba una casa en las afueras de la ciudad y Anala no podía separarse de la capital. Finalmente, encontraron el lugar ideal: una loma privilegiada dentro del valle de Caracas con visuales a 360 grados y la suficiente distancia para garantizar tranquilidad: El Cerrito.
En uno de sus viajes, los Planchart conocieron la revista de diseño Domus y cobraron interés por su director, el arquitecto Milanés Gio Ponti. En 1953, viajaron a Milán a proponerle a Ponti el encargo de realizar una casa en Caracas. Ponti, quien ya a sus 62 años contaba con una sólida trayectoria como arquitecto, diseña- dor industrial y artista, aceptó el encargo sin conocer Venezuela, y a partir de ese momento comenzó una relación profesional y personal que duró el resto de sus vidas.
Los Planchart marcaron ciertas directrices sobre lo que deseaban en la casa: él, un espacio en donde exhibir su colección de orquídeas y sus trofeos de caza; ella, poder ver todo su hogar desde cualquier punto donde se sentara a contemplarlo. Además de ello, ambos querían exhibir la colección de arte reunida hasta el momento y disfrutar de un imponente cerro que se sienta al norte del valle de Caracas. El proceso de diseño se llevó a cabo en un ir y venir de planos, y en viajes sucesivos de Ponti a la ciudad. La experiencia de conocer el trópico para el milanés fue intensa, tanto, que decía no poder concentrarse en el trópico porque estaba lleno de distracciones. Ponti estaba maravillado con la capital venezolana, y esto quedó materializado en la Villa Planchart.
El esquema que Ponti planteó parece sencillo. La propuesta era una vivienda con patio, con visuales específicos al exterior y al interior. Pero el esquema de casa-patio se fue separando del tradicional al colocar el patio aparentemente desplazado del centro. Lo que sucede realmente con la ubicación del patio, es que este esconde detrás de su plano de fondo las zonas dedicadas a la faena y servicios de la casa, de manera que funciona a la vez como conector y como separador de las funciones domésticas sociales y de trabajo, y nunca se muestra como centro.
Ponti logró, a partir de un juego de planos y líneas sobre pisos y techos, conducir al visitante directamente hacia el espacio prin- cipal, el salón, desde donde pareciera apreciarse la totalidad de la casa, con vistas hacia el estudio, el comedor principal, el patio y, por supuesto, las vistas hacia el imponente cerro Ávila.
Fotos Saúl Yuncoxar
Por María Alejandra Moleiro_ Architektin Berlin